La deuda de Estados Unidos ha crecido hasta una cifra alarmante de 35 billones de dólares, y el costo de pagarla ahora supera los 3 mil millones de dólares cada día.
Es un tema que nadie quiere abordar, y menos aún en un año electoral.
Mientras tanto, se espera que la Reserva Federal recorte pronto las tasas de interés, lo que en teoría podría ofrecer algún alivio temporal, pero no nos engañemos: esto no solucionará los problemas estructurales que empujan a Estados Unidos a un endeudamiento cada vez más profundo.
Se espera que los recortes de tasas previstos por la Reserva Federal traigan cierto alivio inmediato.
Las tasas más bajas podrían aliviar los costos de endeudamiento para los hogares y las empresas, haciendo que las hipotecas, los préstamos y el crédito sean más asequibles.
Además, el Tesoro de Estados Unidos podría encontrar cierto margen de maniobra, ya que las tasas más bajas reducirían el costo del servicio de la deuda gubernamental.
Sid Vaidya, estratega jefe de inversiones de TD Wealth, señala que los recortes de tasas podrían ayudar al gobierno a ahorrar en gastos de intereses, especialmente si la Reserva Federal continúa reduciendo las tasas durante los próximos 18 a 24 meses.
Sin embargo, el problema subyacente persiste: el gobierno estadounidense continúa gastando más de lo que gana, lo que conduce a déficits presupuestarios persistentes.
De hecho, el gobierno de Estados Unidos ha estado gastando más de lo que gana desde 2002.
Si bien los recortes de tasas pueden reducir los costos de interés en el corto plazo, no abordan los problemas centrales: el gasto gubernamental insostenible y un sistema tributario que no ha seguido el ritmo de las necesidades financieras del país.
El déficit presupuestario de Estados Unidos, que actualmente asciende al 6,7% del PIB, es una carga importante que los recortes de tasas por sí solos no pueden resolver.
La deuda estadounidense ha aumentado drásticamente en los últimos años, en parte debido a la respuesta económica a la pandemia de COVID-19.
Si bien este aumento de la deuda fue inicialmente necesario para estabilizar la economía, ahora ha alcanzado un nivel que genera preocupación entre los inversores.
En octubre pasado, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años de referencia se disparó al 5%, el nivel más alto en 16 años, lo que pone de relieve la ansiedad de los inversores sobre la trayectoria de la deuda del país.
La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) proyecta un futuro aún más alarmante: la deuda en manos de inversores privados podría aumentar del 75,7% del PIB al 93,7% en la próxima década, y la deuda pública podría alcanzar el 166% del PIB en 2054.
Estas proyecciones resaltan la urgencia de abordar el desequilibrio fiscal del país.
A pesar de estas preocupaciones, el Tesoro de Estados Unidos ha seguido emitiendo nueva deuda, que ha encontrado una sólida demanda.
Este verano, los inversores compraron con entusiasmo títulos del Tesoro recién emitidos, lo que permitió al gobierno financiar su creciente deuda.
Lo preocupante es que esta situación no puede continuar indefinidamente. La capacidad del gobierno para seguir endeudándose a este ritmo no está garantizada y una pérdida repentina de la confianza de los inversores podría desencadenar una crisis financiera.
Históricamente, el gasto deficitario ha desempeñado un papel crucial en la estabilización de la economía estadounidense en tiempos de crisis, como la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020.
Sin embargo, ahora que la economía se encuentra en una posición más estable, los altos niveles continuos de gasto deficitario plantean preguntas sobre la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis.
Si se produce otro shock económico importante, Estados Unidos podría encontrarse con opciones limitadas para una intervención efectiva.
El caso del breve mandato de Liz Truss como Primera Ministra del Reino Unido sirve como advertencia.
La propuesta de Truss de recortar los impuestos sin compensar la pérdida de ingresos con recortes del gasto provocó una fuerte liquidación de bonos del gobierno del Reino Unido, lo que la obligó a abandonar el plan y, en última instancia, condujo a su dimisión.
Estados Unidos podría enfrentarse a una situación similar si intenta estimular la economía sin abordar su problema de deuda.
A medida que la deuda sigue aumentando, también lo hace el riesgo de devaluación de la moneda. El dólar estadounidense, que es la moneda de reserva mundial, enfrenta presiones a medida que los inversores se vuelven más cautelosos respecto de la capacidad del gobierno para gestionar sus obligaciones financieras.
Una deuda nacional en constante crecimiento puede llevar a una pérdida de confianza en el dólar, lo que provocaría una devaluación que podría erosionar el poder adquisitivo tanto a nivel nacional como internacional.
Para los inversores, esta creciente carga de deuda y la posible devaluación del dólar estadounidense han despertado el interés por depósitos de valor alternativos, entre los que se encuentra, por supuesto, el tan promocionado “oro digital”, el bitcoin.
Muchos consideran que la criptomoneda es una protección contra la devaluación de las monedas en todo el mundo, debido a su suministro fijo, precisión matemática y falta de control centralizado.
Además, otras formas de cobertura cambiaria están ganando atención como posibles maneras de proteger la riqueza contra el riesgo de una depreciación del dólar.
Los gestores de cartera experimentados están buscando ahora formas de posicionarse en el lado largo de otras monedas, como el franco suizo, que suele considerarse una moneda de “refugio seguro”.
La conclusión es que la situación actual pone de relieve la necesidad urgente de una reevaluación de la política fiscal estadounidense.
Los recortes de tasas y la devaluación de la moneda pueden brindar cierto alivio a corto plazo, pero no son una solución al problema a largo plazo del crecimiento de la deuda.
Sin una reforma significativa, Estados Unidos corre el riesgo de enfrentarse a una crisis financiera que podría tener consecuencias de largo alcance para la economía mundial.
Muchos expertos han expresado su preocupación por la sostenibilidad del enfoque actual.
El gobierno de Estados Unidos necesita obtener 2 billones de dólares en nueva deuda solo este año para refinanciar las obligaciones existentes y cubrir nuevos gastos.
Como los inversores extranjeros están menos dispuestos a comprar deuda estadounidense, la carga recae cada vez más sobre los inversores nacionales y, potencialmente, sobre la propia Reserva Federal.
Confiar en que la Reserva Federal continúe apuntalando el mercado es una estrategia arriesgada.
Se necesitan debates tras bastidores para alentar al Congreso a adoptar medidas decisivas en materia de política fiscal.
Esto incluye abordar las causas profundas del déficit, como el gasto descontrolado y un sistema tributario que no genera ingresos suficientes.
En definitiva, los gobiernos tienen que empezar a pagar de nuevo y no vivir de dinero prestado. Es hora de dejar de postergar el problema y empezar a afrontar la realidad.
La crisis de la deuda de 35 billones de dólares no es sólo un problema de Washington, es un problema de todos nosotros. Las decisiones que tomemos hoy determinarán si nos hundimos o salimos a flote en los próximos años.
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